miércoles, 10 de abril de 2013

Despertar con mi ciudad


Es lo cotidiano de la mañana: los niños, adolescentes y jóvenes marchan, mochila al hombro, o libros en
Sus calles, puentes y ríos inspiran a poetas y pintores.
manos, estos los menos, rumbo al colegio. Otros que, en desafío a la frialdad mañanera, lucen desde temprano los músculos de sus brazos para impresionar a las chicas. Camino las calles y, cerca de los ríos San Juan y Yumurí, en esta ciudad de Matanzas, aprecio en sus desembocaduras a las aves de plumaje blanco que andan a la caza de peces que, en la superficie, muestran sus brillantes escamas ¡Bello paisaje natural! El Sol, a lo lejos, bien lejos, aleja las sombras de las calles yumurinas, y despierta a no pocos canes que en aceras y portales dormitan tras una noche de andar y ladrar a gatos trasnochados. Rostros soñolientos y otros alegres, estos los más jóvenes, pues los mayores todavía sienten el cansancio de la jornada laboral y casera anterior. Ellos, los más chicos, son el mejor reflejo del nuevo día. El aire frío de este retiro de la temporada invernal invita al regreso a casa y a continuar calentando el lecho; pero no, todos siguen hacia sus deberes, y la ciudad comienza a despertar del silencio madrugador. Así se vive más, pero muchos dicen que para sentirla se requiere deambular la noche, bien tarde, lindante con la madrugada, entre cuentos y bromas de amigos y amigas. Mi ciudad de Matanzas se levanta y, con ella, su gente cotidiana, aquella que la extraña cuando lejos está. Mi ciudad, qué linda. Volveré a verla al regreso, aunque cansado del diario andar, me parecerá mejor, con el Sol de la otra parte, entre el rojo crepúsculo, con sus nubes blancas y oscuras, mostrándonos figuras, mensajes, aquello que se nos antoje. La ciudad, mi Atenas de Cuba, es grande, por su belleza y candor, digna de ser pintada y contada por pinceles y plumas, pintores y bardos. Ya llego, cuánto sueño y recuerdo quedan por decir. Hasta luego.

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