Si
al actual inquilino de la
Casa Blanca, Barack Obama, en lugar de otorgarle precipitada y
equivocadamente el Premio Nobel de la
Paz, le hubiesen obsequiado el Universal de la Hipocresía, entonces sí
la humanidad toda estaría de acuerdo.
Porque, mire señor Presidente, hay que ser
muy, pero muy caradura, con respeto a su investidura, para enarbolar ante el
mundo, como lo hicieron con anterioridad sus homólogos del poderoso país
norteamericano, que Estados Unidos es la nación donde más se respeta la
democracia y los derechos humanos, cuando en realidad es todo lo contrario.
Aseveran tales argumentos más razones que dinero
poseen ustedes, claro que a costa de los pobres del mundo.
Quienes se apresuraron para entregarle tal
reconocimiento, en la creencia de que su cacareado ‘change’ sería como barita
mágica que ofrecería a los pueblos la paz y tranquilidad requerida para
enfrentar el hambre, insalubridad y la falta de trabajo, entre otros males, que
padece. Craso error. Los anunciados cambios eran para, como reza un viejo
refrán de los cubanos, salir de Guatemala y caer en guatequepeor.
Mantuvo sus guerras en Afganistán e Irak, y emprendió
la cruzada, junto a sus aliados de Europa y demás componentes de la Organización del
Tratado del Atlántico Norte (OTAN), más los países árabes vendidos al imperio
norteño, contra Libia hasta destruirla casi completamente, matar a miles de
personas y asesinar a su máximo líder, Muammar El Gadafi.
Parece que tantas atrocidades no le bastan, y
mantiene al mundo al borde de una conflagración nuclear que acabaría con la
vida terrestre debido al arsenal de armas de exterminio masivo existente, debido
a su empecinado capricho de hacer lo mismo con los legítimos gobiernos de Siria
e Irán, mientras que en la península coreana mantiene altas tensiones con su
bravuconería, con ayuda de Corea del Sur,
contra la
República Democrática de Corea.
Obama y sus acólitos están aferrados a que
tienen el “legítimo derecho” a decidir quién debe gobernar cada país, aunque
para nadie fue nunca un secreto que el derrocamiento del gobierno libio se
debió, junto a Francia, Reino Unido y demás seguidores, tuvo como objetivo
apoderarse del petróleo del país norafricano.
Recurso energético ahora disputado por ellos
y los propios miembros del llamado Consejo Nacional de Transición, puros
fantoches de la política neoliberal u guerrerista yanqui y demás imperios
mediante sus grandes corporaciones de esa industria.
La República Árabe Siria es punto y aparte, no hay
tal abundancia del llamado oro negro, pero sí una importante posición geográfica,
como centro del mundo árabe, desde donde pueden los agresores proyectarse hacia
el cercano Irán y encausar una estrategia de dominio geopolítico, con
importantes enclaves militares para arrollar cualquier sublevación popular en
el área y más allá.
Ese es, a mi punto de vista, un elemento
sumamente interesante por el cual realizan ingentes esfuerzos para destronar al
presidente Bashar al-Assad y a su partido BASS, del Renacimiento Árabe
Socialista, y de paso a los grupos aliados del Líbano y de la sufrida
Palestina.
La nación siria alcanzó plena independencia
en 1946, y, recogen datos históricos, tres años más tarde el país cayó bajo la
primera de una serie de dictaduras militares que gobernaron el país por un
largo período. Como en otros países del Oriente Medio, el nacionalismo árabe se
convirtió en importante fuerza política durante el decenio de 1950.
La influencia de la revolución de Gamal Abdel
Nasser en Egipto fue tan fuerte que, en 1958, Siria se sumó a la tierra de los
faraones en la formación de la
República Árabe Unida. Poco duró la alianza, los sirios
terminaron esta unión en 1961 para establecer la República Árabe Siria.
La más poderosa fuerza política en Siria,
desde entonces, ha sido el Partido BAAS (del Renacimiento Árabe Socialista),
que tomó el control en el país desde 1963 hasta la actualidad.
Si bien, dificultades internas exigieron
cambios que el gobierno encamina, el pueblo respalda a su presidente, que
cuenta con el respaldo de un ejército fuerte, dispuesto a defender sus derechos
de independencia y soberanía, máxime después de tener las experiencias de
Libia, donde impera la desorganización y guerra de rapiña.
Con el apoyo diplomático y político de la República Federativa
Rusa y la República
Popular de China, y la valentía de sus fuerzas armadas contra
los agresores externos, armados y pagados por los países imperiales liderados
por Estados Unidos, los sirios no depondrán el honor y la razón que les asiste
para que su país no sea pasto de la ambición y la destrucción total.
T
ales aberraciones del reelecto presidente Barack
Obama, el primer presidente negro de Estados Unidos, lo convierte, sin lugar a
dudas, en el máximo, aunque no único, aspirante al Premio de la Hipocresía y la
mentira, esa que dijo a su pueblo sobre el cambio, aunque quizás su “change”
era acerca de una necesaria cirugía plástica.