miércoles, 12 de junio de 2013

La pelota: maravilloso fenómeno social


El árbitro Pedro Melchor Fonseca de equivocó. Cantó quieto y fue out.
En medio de las alegrías vividas por los aficionados matanceros durante sábado y domingo últimos, al retornar los Cocodrilos de Víctor Mesa a la senda de las victorias, luego de un comienzo incierto en estos juegos del play off, las lluvias recientes devinieron obstáculo momentáneo en las que naufragaron emociones e inquietudes, pues la semifinal entre yumurinos y Gallos de Sancti Spíritus concluyó favorable a los primeros al ganar cuatrto de los siete juegos.

Y si bien Zeus, Díos de la lluvia en la mitología griega, impedía de forma alterna la celebración de la semifinal, a los hijos de esta provincia les bastó dos jornadas para dar rienda suelta a los ímpetus de una muy arraigada cultura afrocubana: a ritmo de tambores y bailes desde en las gradas del Victoria de Girón.

Piernas, torsos y cinturas aparte, también las “simpáticas” cornetas volvieron a tomar por asalto cada instante, más allá de los batazos locales o de los visitantes. Aquello fue ensordecedor. Al extremo que no pocos espectadores prefirieron sentarse en las profundidades de los jardines para disfrutar a plenitud.

Cada vez que Ariel, Heredia, José Miguel, Yadiel, Gracial o cualquier otro pelotero del colectivo de los saurios lograba una conexión, ni usted mismo se escuchaba. Pero bueno, así es este espectáculo, con su paroxismo justificado por cualquier acción. Porque, en verdad, la pelota se ha convertido en el mayor espectáculo de la Isla. Constituye un bálsamo tranquilizador, porque ojos y pensamientos se centran en él, como fenómeno social cuya envergadura desata pasiones sana y atrae a las grandes multitudes, en particular a los jóvenes.

En resumen, estamos de nuevo ante un hecho trascendente, abarcador, en el que desde los más pequeños en casa, hasta los abuelos, hablan y discuten de pelota como eruditos.

En esta fiesta deportiva de incalculable dimensión, en que los yumurinos claman por el triunfo de sus peloteros, sería alguien capaz de imaginar, qué ocurrirá de plasmarse en el terreno tales anhelos. Como decía un  amigo: ¡Aé, María Belén!

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