miércoles, 23 de enero de 2013

Yasmani, el ‘pequeño’ gladiador

Yasmani a punto de proyectar a uno de sus rivales en el Torneo Nacional-2013.

Por Lisandra Pérez Coto, estudiante de Periodismo
Foto: Cortesía de la fuente

Debo confesar que aunque somos coterráneos, de Agramante, conocí a Yasmani Acosta Fernández 24 horas antes de entrevistarlo. Su fortaleza física y talla tal vez ofrezcan la impresión de rudeza. Pero solo en apariencia. Es increíblemente tímido, noble y sencillo.
Quizás hasta hace poco su nombre no dijera mucho para seguidores del deporte, pero el recién titulado campeón nacional de lucha grecorromana en la división de más de 120 kilogramoscambió el criterio, en particular para quienes gustan de ese estilo de la milenaria disciplina.
Así lo acreditan los títulos en tres Campeonatos Nacionales; los Panamericanos de mayores y juvenil, y el de los II Juegos del ALBA. También cuenta entre sus múltiples triunfos la medalla de plata del Internacional Granma-2008, sin obviar su accionar exitoso en categorías pioneril y escolar.
Estudiante de quinto año en la licenciatura en Cultura Física, amante de la música, no del baile, gusta del combate con desplazamiento, con empleo de la fuerza muscular, apoyado en la rapidez y técnica. Reconoce que se desespera cuando no puede pegar a su rival, e incluso esto le ha costado más de un triunfo.
A propósito de sus comienzos, este incansable atleta de 24 años de edad, 126 kilogramos y 1,96 metros de estatura, narró sobre trayectoria, aspiraciones y de su vida.

—¿Inicios en la lucha?
—Cursaba el quinto grado. Me presenté al gimnasio por embullo de los amigos. Cuando el entrenador, Juanito Naranjo, me vio manifestó que tenía futuro y… hasta la fecha.
—¿Y las primeras prácticas?
—Entrenaba una hora y media diaria, concluida la docencia en el aula. Con Juanito aprendí proyecciones, desbalances y demás técnicas. Aquello me gustó, salvo cuando correspondía al otro lanzarme al colchón. Lo asimilé. Pronto matriculé en la Escuela de Iniciación Deportiva (EIDE) Luis Augusto Turcios Lima.
—¡Qué fácil llegaste!
—No, qué va, tuve que pulirla bien, como se dice. Campeón  provincial dos veces, debía demostrar tal calidad, y esto valió para ascender a dicho centro de alto rendimiento, con prácticas  más rigurosas. Ejercicios desde bien temprano, luego al aprendizaje de Matemática, Español e Historia. En la tarde, a las preparación, por demás rigurosa entre agarres y llaves.
—Por tu talento, ¿te ayudaban los entrenadores?
—Ni pensarlo. Eran exigentes, además apenas comenzaba. Para los técnicos solo era válido aprender. Luego vendrían las competencias. Si no estabas bien ni pensar en acudir a ellas, y muchos menos alcanzar resultados positivos. Es lo que buscaban: atletas preparados y triunfadores. Además, junto a esto, debías ser un buen estudiante. 
“En la Escuela de Iniciación Deportiva participé en cuatro Juegos Escolares Nacionales, e igual cantidad de medallas de oro.”
—¿Cómo llegas al equipo nacional?
—Llegué a él avalado por mis resultados en eventos del país. Tenía 16 años, o sea, de la categoría juvenil.
“Entrenamos hasta tres veces por jornada. Por lo general, en parejas, con adversarios de calidad. La mayoría olímpicos, mundialistas, panamericanos y de otros niveles.
“Basta conocer a nuestros entrenadores: Filiberto Azcuy, doble campeón olímpico, Pedro Val, jefe del colectivo técnico, Carlos Ulacia y Mario Olivera. Hombres de sobrado prestigio en la arena internacional.”
—¿Es adverso hallarse en la división del bicampeón olímpico Mijain López?
—No, pero sí un reto por su grandeza, fortaleza y méritos. Es un gran luchador, de experiencia y resultados. Combatimos en varias ocasiones. Formamos una dupla para entrenar. Su aporte es mayúsculo. Me exige al máximo, porque desea que yo mejore en rendimiento y actuación competitiva. En lo personal, me aconseja y nos llevamos bien.
—La mala pasada del inglés y la hipotermia en Rusia.
— En Turquía, en un restaurante, nos dieron agua caliente, y cerca unos norteamericanos pidieron hielo, pero nosotros no sabíamos tal palabra en inglés, hasta que recordé un texto leído tiempo atrás, y así logramos solicitarlo. Luego nos reímos, pero el hecho demostró lo importante del conocimiento.
En Bielorrusia, durante una Copa Mundial, la temperatura estaba a menos 23 grados y me provocó hipotermia. Jamás olvidaré esa competencia, en la que también estaba lesionado, combatí con un solo brazo, y quedé séptimo, perdí a solo tres segundos del pitazo final.
¿Tu sueño deportivo?
—Convertirme en campeón mundial y alcanzar la gloria olímpica. Para ello cuento con la mayor preparación y no voy a descansar hasta lograrlo.
Así concluyó este otro combate de Yasmani, a quien estimulan y aplauden, gane o pierda. Incluida Martha, su progenitora, quien no gusta verlo combatir. La noticia le llega después, por amigos y vecinos, admiradores del “pequeño gladiador”.

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